LAS BRUJAS
En latín, malefica/maleficae era el término que se utilizaba para designar a las brujas en la Europa de la Edad Media y parte de la Edad Moderna. Era suficiente que alguna mujer fuera acusada de practicar brujería para que acabara en la hoguera, hubo una auténtica histeria colectiva con aquella caza de brujas. Historiadores estiman que el número de víctimas acusadas de brujería se situó entre 50.000 y 100.000 (contando con los condenados a la hoguera de tanto por la Inquisición como los condenados por la Reforma Protestante), una auténtica masacre, siendo el 80% mujeres. Con frecuencia eran parteras o curanderas que utilizaba remedios naturales, lo que hoy conocemos como fitoterapia.
En la Edad Media lo peor que le podía pasar a una mujer era que alguien le acusara de bruja; a veces, bastaba con que salieras un poco de lo establecido, que fueras un poco «por libre», que no fueras sumisa, que fueras revolucionaria… Muchas eran torturadas para confesar, o directamente quemadas en la hoguera.
LAS ‘BRUJAS’ DE HOY
Hoy quiero hablar de un calificativo muy feo, vulgar, pero que es un calificativo que puede que a algunas mujeres las estigmatice. Me refiero al calificativo «guarra». Si una mujer es acusada de «guarra» por su entorno puede llegar a perder su dignidad como persona.
Casi siempre, la palabra «guarra», cuando es para referirse a una mujer, adquiere un significado distinto al que aparece en el diccionario, así el significado de «guarra» pasa a ser: o bien «mujer que no se ciñe a los estereotipos establecidos» o bien «mujer que hace lo que desea con su cuerpo».
Que a una mujer se le ponga el calificativo «guarra» puede llevarla a la desprotección de sus derechos humanos, y no exagero, si alguien la maltrata o la viola habrá quienes tengan la desfachatez de justificar al agresor… Creo que no hace falta que ponga ejemplos porque seguro que conocéis casos, hasta algunas sentencias judiciales se han visto contaminadas por esta visión de la mujer como culpable por provocar al agresor.
Cuántos titulares hemos visto sobre acoso escolar por ser alguna chica considerada «guarra» por sus compañeros, cuántas violaciones y atrocidades a mujeres se han justificado alegando que la víctima ha «provocado» al verdugo.
Si una mujer ha comenzado una relación voluntariamente y en un momento dado no quiere seguir, parece que haya perdido todo su derecho y control sobre su propio cuerpo. Su cuerpo deja de ser suyo y le pertenece al otro, si el otro fuerza la situación contra la voluntad de ella, puede que quede impune, porque la relación de cara a la galería fue consentida, y además, si ella habla, será fácil acusarla de -de nuevo- «guarra», el violador gana. Muchas personas son incapaces de entender que un caso así es una violación: esto es violación desde el minuto en el que la mujer dice «no» y el otro la somete a una relación sexual utilizando la fuerza, y da igual que la mujer sea como sea, que sea considerada «provocativa» o «guarra», o sea prostituta, o haya consentido al principio la relación… Da igual, nada de esto podrá nunca justificar ninguna agresión hacia su cuerpo.
Cuando era pequeña, el modelo femenino de mujer ‘casta’ era el que estaba bien considerado socialmente; recuerdo que entonces las mujeres podían ser «guarras» por muy variados motivos, todos ellos injustos hasta decir basta.
Por poner algunos ejemplos…
- Mujeres que en poco tiempo habían tenido más de una pareja, o las que en la primera noche había mantenido relaciones sexuales.
- Si un hombre (por llamarlo de alguna manera) contaba a sus amiguetes su relación sexual con una mujer con todo detalle, ya esta mujer quedaba etiquetada, era una «guarra», una mujer que «se deja hacer de todo». Vaya, y como se enterasen sus (supuestas) amigas… entonces pasaba a ser un peligro, ¡una mujer guarra! ¡Una mujer que ha disfrutado con las relaciones sexuales! ¡Peligro público! Esto ahora sigue pasando, y con las redes sociales se multiplica: como exista alguna grabación de los hechos, ya sabéis el peligro que hay de acabar en la «hoguera».
- Las que vestían marcando mucho sus atributos femeninos y llamaban la atención masculina por ello. A veces simplemente tener atributos físicos considerados ‘llamativos’ sin tener ‘complejo’ por ello y no disimularlos era suficiente para ser, nuevamente, una «guarra».
- Mujeres que elegían el sexo esporádico sin comprometerse. En aquella época, no llegué a conocer a ninguna que reconociera abiertamente este hecho. Pero si eras sospechosa de ello, ya eras acusada de nuevo.
Frecuentemente las propias mujeres eran cómplices de los hombres en estas acusaciones, consideraban «guarra» a aquella que llamara demasiado la atención masculina. Igual que las mujeres acusadas de brujería en la Edad Media. Bastaba con que alguien te señalase con el dedo diciendo que eras «bruja» y ya tenías la marca ante la sociedad.
LAS ACUSADAS DE GUARRAS POR NO SEGUIR NUEVOS ESTEREOTIPOS QUE DICTA EL MERCADO
Creemos que hemos crecido en libertad sexual por el hecho de que el sexo es más accesible, pero no, esto no significa que estemos libres de prejuicios. Desde el momento que la sexualidad es vista de la forma reduccionista en que la vemos, no somos más libres.
Antes, la religión nos mantenía ‘castas’ y bastante reprimidas, pero ahora la religión no es ya la que define lo que está permitido y lo que no, ahora ese poder pertenece a los mercados. Sí, a los intereses de los mercados. Ahora todo el arsenal de la mercadotecnia dicta las normas, quedando la sexualidad troceada y reducida a: cuerpos normativos, genitalidad y coitocentrismo. Los cuerpos pasan a ser objetos de placer (y no sujetos de placer); lo más importante es gustar al otro, por eso, nunca la conquista de una a sí misma ha estado más lejos. Si antes la represión era externa, ahora la hemos interiorizado, podemos acercarnos a otro/s cuerpo/s pero nos hemos alejado de nosotras mismas. Se ha «descuartizado» de alguna forma el cuerpo femenino: la feminidad se vive de forma alienada. Esto enferma a muchísimas mujeres, por eso han proliferado tanto las enfermedades que son producto de esta sociedad: anorexia, bulimia, vigorexia, tanorexia…
Las nuevas «guarras» pasan a ser aquellas mujeres que no se ciñen a los estereotipos de los cuerpos femeninos que se ven en la pornografía, así por ejemplo, en las nuevas generaciones, basta con ser acusada por un hombre de «guarra» por no tener la vulva rasurada para llegar incluso a sufrir bullying. Existen casos así, ¡en serio!
LOS ‘ASCOS’ QUE PROMUEVE EL MERCADO
A muchas mujeres les da «asco» el vello que tiene su propia vulva, su vagina, su flujo… Tanta propaganda sobre «remedios» de todo tipo para camuflar todas estas «vergüenzas» ha hecho que sean más frecuentes las infecciones por este exceso de «higiene» (entre comillas) que por defecto. Así, lavar más de una vez al día, aplicarse toallitas húmedas con fragancias, rasurar constantemente, abusar de salvaslips para no tener nada de flujo en la ropa interior, utilizar braguitas de materiales sintéticos… Todo esto son factores que en ocasiones pueden provocar vulvitis y/o vaginitis irritativas, alérgicas o infecciosas. La verdad es que por defecto de higiene no he visto ninguna vulvovaginitis en mi vida, todas las que veo o son producidas por ETS o por estos excesos de «higiene» que comento.
(Aclaro que soy firme defensora de que cada cual haga lo que quiera con su cuerpo, que quede constancia de ello. Si por ejemplo te rasuras porque verdaderamente te da la gana me parece perfecto, pero si es porque te da asco o vergüenza solamente quería dejar claro que dejar el vello vulvar no es antihigiénico y animarte a no tener vergüenza ni sentirte mal de ninguna manera si no te rasuras).
¿Qué tipo de sexualidad les espera a las nuevas generaciones de mujeres con esa vivencia de su feminidad tan desconectada de sí mismas, tan artificiosa, con esas exigencias del mercado, con esos peligros de una sexualidad tan reduccionista y que estigmatiza tan fácilmente?
LA SEXUALIDAD QUE NOS PERTENECE
La sexualidad que gusta,
que comunica, ama y respeta,
de personas
(sujetos y no objetos).
La sexualidad que no estigmatiza
ni asusta,
que desea, que acurruca,
de la mezcla jugosa,
el sexo que no avergüenza
ni impone.
La sexualidad que no castra la diversidad,
ni es propiedad de los mercados,
la que sale de dentro.
La sexualidad de la intimidad,
de la piel, de las miradas,
de todo el cuerpo,
de los cuerpos de verdad,
la sexualidad que no somete
ni domina.
La sexualidad que intercambia,
que libera, siente, saborea,
la sexualidad mamífera,
de piel caliente,
deseante, viva y palpitante.
La sexualidad que no tiene tiempo,
ni forma,
no tiene edad,
ni reglas, ni normas,
la sexualidad es vida,
y fluye.